Ahora mismo estoy dejando la isla. Estoy en el barco que conecta Formentera con Ibiza. Apenas avanza y ya siento una tristeza inconmensurable. Toda la inmensidad turquesa quedara detrás. Pronto serán un recuerdo todos estos días en el mar. Una foto mental depositada para siempre en el disco rígido de mi alma. Te amo isla. He construido el mejor recuerdo de ti. Que haré yo sin mi isla? La isla aísla y me gusta aislarme de esta forma, en ella. Partir nunca fue fácil. La ansiedad hoy se ha apoderado de mí. Me ha hecho recordar constantemente lo del último día. He pasado la mañana con mi amigo Vincent tirados como perros en el Sun Splash. Hemos comido mozzarella con tomate en SaPlatgeta y una tortilla de champiñones. Luego hemos dados muchas vueltas con su hermosa Land Rover por el cami vell de la mola hasta terminar en el puerto de La Sabina. Me he despedido de mis amigos y me he puesto muy triste por esta etapa que se acaba. Aunque soy yo la que decide esto. El fin de una etapa para el comienzo de otra. Nada será como Formentera nunca, pero de momento no puedo vivir en el mar. Tengo otras necesidades además del mar. Al caer el sol, llego a Ibiza. Hay muchos turistas en la isla blanca. Me gusta llegar y ver el imponente Dalt Vila con sus lucecitas y casitas. Y luego muchas luces, grandes hoteles, modernidad. El divino con sus luces violetas. La tienda del Pacha a tope y yo en mi bicicleta esquivando charcos y grandes maletas a toda velocidad para no perderme el próximo barco que me llevara a Barcelona. He quedado con Alex en el check in de Trasmediterránea. Viajaremos juntos hacia Barcelona. Lo he conocido en el Sun Splash y hemos estado coqueteando mutuamente las últimas semanas. Sobre las nueve cogemos el barco. Es un barco enorme, de unos seis pisos, piscina y discoteca. Esta muy bien. Me gusta abandonar la isla en barco. Es más romántico que coger un avión y en un muy poco tiempo ya estar de cara en la ciudad. Hemos recorrido todo el barco buscando un sitio para pasar la noche y dimos con un rincón bastante hospitalario pese a su cercanía con la bodega y con los aullidos de los perros que van en ella. Luego de la cena abrimos el saco de dormir de Alex y ahí vamos acostados en movimiento constante sobre el suelo del barco mirando las olas por la ventana. A medida que la barca avanza sobre las aguas profundas del mediterráneo nos vamos tocando poquito a poco hasta terminar completamente abrazados. Luego nos besamos y todo lo demás también. El contexto de la situación en movimiento en el barco pedía a gritos ser aprovechado…
Lo siento B.
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