3/5/09

Vuelvo




Vuelvo a Barcelona. Otra vez. Vuelvo, pero para mí la sensación de volver, es volver a Buenos Aires. La vuelta es para el sur. Para America. Para allá. Aquí vuelvo pero vengo, es un ida, no una vuelta. Un ida y vuelta. Pero solo tengo billete de ida. Luego de estar, una vez mas, encerrada en una capsula de hierro, aterrizo en la ciudad condal. La ciudad que huele a otra cosa. A mar. A humedad. A un olor diferente. A cierto orden, huele. Salgo del aeropuerto y B no esta esperándome como había prometido. Pienso que es normal. Que es muy temprano. Que le dio palo coger el tren o el Air bus y llegar hasta aquí. No me lo tomo enserio. No quiero dramatizar. Aunque antes de salir del vuelo, me cepille el pelo, me pinte los labios y me puse un poco de Irresistible, el perfume. Quería sellar algo. Sellar el olor en mi para el. Pero B no estaba. Y ahí estaba yo, mirando para todos los sitios, un poco temblando por el no dormir en el aire, un poco desvariada por todo el cambio. De país, de ciudad, de soledad. Ahí estaba yo en el aeropuerto del Prat, sin B. No tarde demasiado en superarlo y coger el Air bus y hacer el camino a la inversa. Como si fuese el, el que llegase y no yo. En menos de una hora, ya estaba frente a su portal. Antes de picar el portero, hice una llamada:
-Hola, ya estoy aquí – recite temblando
-Donde?
-Abajo!!
_Te tiro las llaves- me dijo con impaciencia.
Luego de 83 días, volví a subir las escaleras de Riera Blanca street. Traspirando y con taquicardia, llegué al atic del infierno. Luego de tantas horas de vuelo, de tantos días y tantas noches, de todo lo diferente y nuevo, de la otra vida y familia y amigos que tengo en Buenos Aires, ahí estaba otra vez. Si otra vez. Otra vez. Por quinto año consecutivo, ahí estaba a punto de golpear su puerta. Y entonces claro, me abrió rápidamente y primero sonreímos con sonrisas cómplices y acto seguido, nos caímos en un abrazo dilatado que duro la fugacidad de una eternidad que esperábamos cada noche. Ahí estábamos otra vez, B y yo, abrazándonos como dos desamparados. Ahí estábamos a punto de llorar y de reír y de caernos en la cama que nos esperaba ansiosa. Y el resto es hermoso, si se puede definir hermoso, como un encuentro esperado durante tres meses, como el gran encuentro. Y el resto es cuerpo, cuerpo, cuerpo y besos, besos y besos...

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