17/11/10

La Perra del Ciego



Estoy en el metro línea azul dirección Diagonal. Sube un hombre cincuentón ciego con un perro labrador de acompañante. El hombre se sienta. El perro se sienta a su lado. El hombre acaricia al perro. El perro mira fijamente a un chico que va comiendo un sándwich. Al perro se le cae la baba, el chico del sándwich se ríe de costado haciéndose el chulo y me mira y me guiña un ojo. Yo me río y miro al ciego, el ciego no me mira y miro al perro que mira al sándwich que come el chico que me mira y se sonríe. Me da ternura la escena pero por el perro. Quiero levantarme del asiento y cortar un pedazo del sándwich y dárselo al perro, pero claramente, me reprimo y viajo en el metro mirando al perro que me alegra el viaje. Quedo con SVJ en la puerta del Juicy, en el Raval, luego de casi un año sin vernos. Hace un frío de invierno romántico. Frío de mantas y abrazos. Frío con lluviecita. Mientras la espero de pie en la puerta, se acerca un tío preguntándome donde puede comprarse medio gramo o un gramo. Le contesto con mala hostia; ni puta idea. ¿Qué tengo cara de dealer-camello yonqui ahora? Mientras me quedo esperando me armo una mini peli. Me dedico a vender esa sustancia blanca y una noche llega B a comprar y como manejo yo el tema, no le vendo. Le digo que “para ti no hay”. Les aviso a los otros, que no le vendan. Controlo todo el tema y gano 500 euros por día, como mínimo. Por suerte llega SVJ y me saca de la movie fatal. Entramos a almorzar. Pedimos Tali y vuelvo a sentir placer. Placer en mi boca. Placer oral. Charlamos. Charlamos mucho y la conversación parece la de cinco años atrás. Le cuento las mismas cosas. Las mismas obsesiones. El mismo trauma. Mierda, estoy de tenida en el pasado. Puse pausa en el play de mi vida. Me escucho y me doy asco hablando siempre de lo mismo. De lo que he hablado en este blog por dos años. La puta letra B. Cambia el paisaje. Cambian los aires, las estaciones pasan y sigo en lo mismo. ¿Cómo no puedo hacer otra cosa? Hay tanto cielo para mí y yo sigo en el infierno de mi mente en una película dark oscura, chota, ni siquiera copada. Una película de una boluda atada a la espera. A la nada. Creo que es hora que un espectador me de una trompada y me saque de la función. Me sacuda. Me de cachetadas y me abra los ojos con los dedos. En fin, cada loco con su tema. Cada cual con su propia película. La mía la dan en cine continuado sin pausas, todos los días, sin ningún tipo de cortes, ni interrupciones. La obsesión es una mierda y no tiene nada que ver con el amor. Luego SVJ y yo nos vamos al Starbucks de la rambla solo por el hecho que tiene calefacción, sofás muy cómodos y el chai con soja y chocolate es lo más y te quita cualquier depresión según SVJ. Ahí dentro, entre lágrimas, deliramos. Y el bolso con los 2500 no vuelve a aparecer. No importa. Sigo participando y otra vez será…

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