Es jueves a la noche y estoy borracha y me meto en una sala de juegos de azar. De repente creo que voy a dar el gran golpe y saltar la banca. Me tengo una fe ciega y me digo que el poso acumulado va a caer en mi mesa. Esta lloviendo a cantaros. Amo la lluvia. Ver las gotas como caen y me mojan. Me aclaran. Me opacan. Me aclaran. Me aclaran opacándome. Me opacan aclarándome. Entro toda empapada y doy tumbos por la alfombra roja. El salón es gigante. Dos policías me detienen en la entrada y me indican pasar por una maquina. Al ver que solo llevo agua en mis bolsillos me dan luz verde. Hay mucho humo. Muchas maquinas traga monedas de todos los tipos: Los corazones. Los magos. Los números. Las hadas e infinitas combinaciones de figuras. La gente esta como loca. Pendiente de la pantalla. Hay mucho ruido de diferentes sonidos de cada maquina. Es como un psiquiátrico con todos los enfermos gritando y pegados a la pantalla de colores. La gente esta absorta. Como flotando en el aire. Camino un poco por el salón, pero me marea la cantidad de enfermos fanáticos del juego. Me gusta el juego. Lo reconozco. Me encanta el juego. La ruleta y el Black Jack. Es una perdición. Pero ver a tanta gente junta en el mismo estado es decadente. Todos apostando, metiendo dinero dentro de las maquinas. Todos dementes pobres creyentes. Pero en el fondo también creo que también yo puedo ganar. Ganar. Ganar. ¿Ganar que realmente? ¿Perder que? En el juego he ganado muchas veces en mi vida, pero en proporción fueron mas las que perdí. Parece que gano. Parece que pierdo. Todo parece que es posible aquí dentro. Una atemporalidad de colores esta presente. No se si son las tres de la tarde o las seis de la mañana. No hay tiempo. No hay hambre. No hay recuerdos ni memoria. Todo es azar. Azar. Destino. Azar. Una moneda dentro de una maquina te puede cambiar el azar. Las luces del azar me iluminan y sigo el recorrido. Hago una fila y entro a una sala de bingo. Hay unas mil personas sentadas en mesas de seis. Todos extraños que se mezclan. Busco una mesa para mi y están casi todas ocupadas. Hacia el fondo, encuentro un sitio. Me acerco a la mesa y me siento. Digo “Buenas noches” y todos me miran con cara de orto, pero me dicen: “Buenas noches”. Me siento. Me cago de calor. La temperatura es de 22 grados. Afuera 6. Me quieto el gorro. El tapado. El pulóver. Los de la mesa me miran y hacen como caras. Un viejo con cara de San Juanino me dice: “Hace frío afuera eh” “La gente entra muy abrigada” “Acá si que estamos bien”. Le sonrío de costado y le digo que si. Sentada en la mesa circular tengo al lado a la izquierda una mujer enana que come milanesa con huevo frito y tiene mucha cara de culo y aires de superioridad. Al lado de ella hay una rubia platino que debe ser la que la cuida o la acompaña a todos lados que fuma como caballo y tiene muchas pulseras de chapa que le cuelgan de la muñeca y hacen ruido. Lleva los labios pintados de rojo carmesí y come helado de vainilla. Yo estoy a punto de vomitar pero me quedo. ¡Quiero jugar! Al lado de esa, hay una pareja, un tipo con rulitos de pelo blanco con un jogging azul y muchas ojeras y al lado una mujer que parece la suya que tiene mucha cara de caballo con pecas y nariz de chihuahua. Ellos también cenan. Pero esta vez una picada de quesos, aceitunas y fiambres. Es muy, muy curioso que todos coman, traguen bocado a la vez que juegan al bingo. Tachan números y tragan. Tragan y tachan números. En fin, luego de la observación pasa el vendedor y me compro dos cartones. A los tres minutos, comienza el sorteo: 23- 45- 66-77-11-22-44-43-56-65-2-5-15-63-54- y una voz muy potente anuncia: “Se ha cantado línea” Todas las personas de las mesas murmuran un “Uffff”” “Ayyy” y luego: “Continuamos a Bingo”. El juego sigue, no gano. Me mareo con tanta gente sacada del mismo árbol. De tanta gente loca trastornada viciosa. Hay mucho humo. Apesto a humo y a huevo frito y a cartones y tengo los dedos todos manchados de tinta negra del marcador. Compro más cartones, escribo boludeses en la parte de atrás del cartón. Escribo “B te adoro” “B te amo” Dibujo corazones. Me hago la Keith Haring. Pienso en las líneas de Pollock y tacho los números como si fuera un pintor de ese palo. Luego escribo el nombre de mi abuelo. Me pido cervezas. Me traen con palitos. Cuanto hace que no comía palitos. Dios! Palitos. La miseria total los palitos. Pierdo. No gano. La flora y fauna me hace caritas. Yo tengo una cara de hastío y orto que no doy más. ¿Por qué me hago esto y me meto en un bingo? Estoy mal de la cabeza. Y la enana ni me mira. Se hace la superada. Tengo ganas de pelearme. De que me diga algo y mandarla a cagar. Me tranquilizo. Me quedo un buen rato más hasta agotar stock y dando nuevos tumbos abandono el salón de juegos. Llego a casa y me espera algo maravilloso, la sonrisa de B en la cámara Web. Aleluya, estoy viva!

2 comentarios:
Hasta cuando pierdes, ganas. eh?
tu crees?
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