Al mirar por la ventana, veo un cielo gris, gris claroscuro y nubes que lo invaden de la misma manera que mis pensamientos invaden mi mente atormentada que no se desatormenta. Las ventanas dan a un vacío. Es un vacío parcial. Nada definitivo. ¿El vacío tiene tiempo y espacio o es siempre definitivo? Un vacío confuso de momento. Las ventanas también dan a la biblioteca Juan Marse, en el barrio con montaña, El Carmel. Es una biblioteca que me gusta mucho. Tiene cuatro pisos repletos de libros de lo que se te ocurra y mucha música y muchas películas y sillones acogedores para poder mirarlas. Las bibliotecas de Barcelona siempre me acompañan en momentos de vacío. Me reconfortan. Aunque la idea de una biblioteca es tremenda. Es triste. Los libros son tristes y se ponen amarillos y no llenan mi vacío. Quizá lo entretienen, pero ni siquiera eso. Digamos que lo reconfortan. Vacío confortable en bibliotecas. Vació poético. Vacío en versos. Vacío en renglones. En palabras, en comas. Vacío en puntos suspensivos. La ciudad no me tiende sus brazos. Apenas me da la mano. Barcelona esta ahí, esta aquí, quizá sea yo la que no puede verla mas allá de una puta letra. La segunda letra del abecedario. Me gustaría poder ver Barcelona nuevamente. Sentarme en sus bares y perderme entre la gente. Escribir y escribir y retomar el sentido. Pero por alguna extraña ciega obsesión, no puedo. Ya no hay deslumbramiento posible. Al menos por ahora. He perdido la ilusión con todas las letras del abecedario. Solo me he quedado con una y pensándolo así, con una letra no se puede escribir ninguna palabra y mucho menos una historia. Una letra es un símbolo y yo solo busco un símbolo de paz. Barcelona. Boris. Buenos Aires. Bastardo. Bienvenido. Bonanza. Brillante. Buenafuente. Beatles. Los días se hacen largos y el tiempo no para cuando no estas a mi lado. Pero esta vez intentare dejarte ir…

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